DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA 2021

Los Padres de la Iglesia han visto en la familia un icono (esa pintura que se reza y expresa lo sobrenatural). Ese reflejo fiel de la unión de las tres divinas personas de la Santísima Trinidad. Una relación basada en el amor: el amor que se entrega, el amor que se recibe y el amor que une.

Hoy, casi pegada a la gran Solemnidad del Nacimiento del Salvador, entramos en el domingo de la Sagrada Familia. Miremos al Portal de Belén, no distraigamos la mirada de lo fundamental. ¿Qué vemos? allí están José y María que miran al Niño, el que va a rescatarnos de nuestra precariedad, de nuestros pecados. Pendientes los unos de los otros. Con un amor que se palpa.

La Navidad es un tiempo de relaciones afectivas profundas que se sustentan en un núcleo fundamental: la familia. Quizá los avatares de la vida pueden hacer que haya situaciones duras, enfermedades, ausencias, dolor, incluso muerte, que pueden hacer que se debiliten los vínculos de los que componían ese grupo familiar, pero es ahí donde se vuelve cuando la esperanza parece perdida, cuando no se termina de encontrar un lugar en el que asentarse, cuando falta calor y se necesita un apoyo que no se sustente únicamente en el interés. Hace mucho frío fuera…

La familia, no lo olvidemos, está llamada a convertirse en ese lugar donde se puede volver a empezar, donde se puede retomar el impulso perdido. ¿Quién sostiene en los fracasos? ¿Quién ampara cuando nos sentimos más perdidos? ¿Dónde ir cuando hay incomprensión, cuando no tenemos a quién acudir, cuando nada sale a derechas…? En tiempos de crisis, de paro, de enfermedades, de dar palos de ciego ¿dónde iremos con una esperanza verdadera de ser acogidos? ¿Por qué se quiere pasar por alto todo esto? ¿Por qué tirar por tierra lo que funciona? Valorémoslo.

Sin embargo, es cierto que ese amor que la pone en marcha, se puede deteriorar, que pasa el tiempo y la ilusión puede perderse, e incluso podemos tirar la toalla. ¿Qué nos está pasando? 

1. El amor entre los esposos es lo primero. Se nos ha olvidado lo que es el matrimonio tal y como Dios lo pensó. No es algo que construimos los hombres, es un querer de Dios que sale adelante cuando en lugar de mirarnos a nosotros mismos, miramos a Dios y aprendemos de Él. Dejemos que Dios esté muy presente en esa unión. El amor empieza como un fuego ardiente, pero esa luz y calor que se genera tiene que sustentarse cada día con leña nueva. Las cosas pueden ir bien, pero las cosas pueden empezar a ir mal. No tengamos una visión idílica donde todo sale a pedir de boca, según estaba previsto. El amor se curte, madura, en la dificultad. Deja que crezca y no se apague.

2. El amor auténtico está en comprender. Quizá pensamos que hemos de recibir cariño y es verdad, pero también hemos de darlo. Es más, no se trata de dar, sino darse. El amor no se compra ni se vende, el amor se “ama”. Construyendo esa vía de doble dirección. ¿Cuál es uno de los grandes peligros? el victimismo: soy una esclava, qué pocos detalles tiene, nunca me dice qué bien has hecho esto, con tal de que esté como tiene que estar… Siempre está poniendo excusas, no hay manera, está en sus cosas y no me presta ninguna atención. ¿Qué hacer? Comprenderse, ponerse en el lugar del otro, pero de verdad. Hay cosas que a uno le resultan fáciles y al otro no. Aceptarlo con cariño.

3. El amor crece perdonando y pidiendo perdón. No somos, en absoluto infalibles. No hacemos todo maravillosamente bien y el otro tiene que aprender de nosotros, porque no da una a derechas. No tenemos siempre la razón. Somos complementarios, lo que uno no ve el otro puede verlo y con eso crecer los dos en una ayuda mutua. ¿Habrá fallos? Muchos, pero hemos de tener capacidad para no ver en ellos algo definitivo. Pedir perdón no es un desdoro, no es ser débiles, no es tener que pasar por el aro y perder autoridad. Es aprender a crecer, y eso implica rectificar. Y perdonar: el amor sabe tener paciencia, disculpar, dar otra oportunidad. Mirar con los ojos de Dios.

En las bodas una de las lecturas más frecuentes es el Himno al Amor de San Pablo (primera carta a los corintios capítulo 12-13). Es preciosa, pero no se puede quedar en buenas intenciones, sino en verdadero programa de vida… que se vive. Miremos a María y a José. ¿Tuvieron dificultades? Claro que sí, no se les ahorró ninguna. Pero el amor fue a más. Aprendamos a querer… madurando.