EPIFANÍA DEL SEÑOR. FIESTA DE REYES 2022.

Llega Dios a la tierra, y lo hace como de puntillas: en la humildad de un bebé que llora y ríe, que duerme y, como todos los niños, mueve sus piernas y sus bracitos cuando está despierto y se siente mirado. Es la Vida que viene a dar vida, a darse por amor al hombre hasta dejarse clavar en una cruz. Y todo se hace sencillo y, al mismo tiempo, todo se hace arduo, porque encontrarse con el Hijo de Dios exige ponerse en camino y no detenerse ante las dificultades. Mira si no…

María y José habían recorrido un trayecto largo y difícil hasta llegar a Belén y allí habían visto cerrarse ante ellos todas las puertas. Y Dios se abrió paso en la pobreza de un pesebre. Los pastores que dormían al raso escucharon a los ángeles y no les importó la oscuridad de la noche, porque llegaron hasta el portal, donde estaba la auténtica luz al mundo. Los magos vieron una estrella en el cielo y se dejaron guiar por ella hasta el Rey de reyes y Señor de señores. Pero tampoco les fue fácil: en un determinado momento la estrella desapareció y tuvieron que poner los medios humanos para volver al camino que se les había borrado. Y, aunque por tramos complicados, lo encontraron.

Puede que no termine de estar de moda creer, tener fe en Dios. Incluso en algunos ambientes se puede pensar que la fe es propia de personas poco formadas, que se agarran a cualquier cosa para estar tranquilas, personas poco maduras que no son capaces de caminar por su cuenta y tienen que apoyarse en lo primero que les viene a mano. Frente a eso está el hombre que se siente orgulloso de sí mismo y, con su arrogancia, se cree capaz de todo: de conocerlo todo, de dominarlo todo, de poder abordar cualquier problema y solucionarlo… Es el hombre que llega a decir que está abierto a lo espiritual, pero a su modo, porque busca algo que pueda dominar y no comprometa. Se buscan alternativas en el Oriente, en espiritualidades sin Dios, donde son los únicos protagonistas, y donde Dios se relativiza: ya no es un ser personal sino algo difuso que se confunde con la naturaleza. No hay distinción entre bueno y malo, porque no existe nada que comprometa.

Ese “Dios” acaba siendo un dios con minúscula, creado a imagen y semejanza del hombre. Hemos visto a Dios Niño y nos ha emocionado. Porque es Dios que se acerca al hombre, se muestra a todos, es para todos. No hace distingos: la luz de ese Niño que se nos ha dado, que es el Hijo de Dios, brilla para que unos y otros no se sientan ajenos, extraños ante el Dios de cielos y tierra. Dios es de todos, no hace acepción de personas. Dentro de nuestra Madre la Iglesia, tampoco puede haber distinciones: Cristo, el Señor, se nos ha regalado y une en su corazón a pobres y ricos, cultos y sencillos, humildes y encumbrados. Quiere el Señor llegar hasta el último rincón del corazón de cualquier hombre, tan solo pide buena voluntad. Eso habían comunicado los ángeles a los pastores: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”. ¿Qué vemos?

1. Unos hombres de buena fe: los magos. La hombría de bien de quien se fía de Dios. La ciencia y la fe no se repelen, no se contradicen. Porque una ciencia cerrada a lo sobrenatural es una ciencia devaluada. La verdad no es únicamente lo que podemos medir, pesar, tocar, es también el reconocimiento de que el corazón razona y que la mente es capaz de contemplar.

2. Un hombre envidioso y asesino. La maldad de quien solo piensa en sí mismo. No vale todo, no somos la medida de todas las cosas. No podemos afirmarnos, darnos vuelo a costa de los demás. Nuestra vida ha de ser una vida abierta al otro, y cuando esto se pasa por alto, nos convertimos en potenciales enemigos que acaban destruyéndose. El mal no es nunca una opción.

3. Una estrella que va marcando el camino. La confianza en Dios que siempre se nos muestra. Lo que nos constituye no es mirar tan solo lo de aquí abajo. El hombre no es solo polvo de la tierra, es capaz de mirar al cielo y más allá. Está hecho para volar alto, no para mirarse a sí mismo, sino para mirar cara a cara a lo eterno.

La luz verdadera no está aquí abajo sino en lo alto.

Miremos la estrella, llenos de confianza. Lo que brilla y no es puro fuego artificial. Sepamos abrir caminos en el cielo. Abrámosle el corazón a Dios. Piensa uno en María y ¿qué percibe en ella? Que es la Estrella que nos guía hacia Jesús, el Hijo de Dios vivo. Podemos despistarnos, podemos estar fuera de juego, pero si la buscamos a ella, encontraremos a Dios. Es camino seguro.