II DOMINGO T. CUARESMA C. TRANSFIGURACIÓN. 2025
¿Qué es el hombre? Yo mismo ¿quién soy? Si somos capaces de mirar más allá del suelo que pisamos, sin prejuicios, sin lamentos vanos, somos la obra maestra de Dios. Ese Dios grande y bueno que no defrauda. Nos dice como dijo a Abraham: levanta los ojos al cielo. Voy a sacarte de tus rutinas, de los sinsabores de la vida que te paralizan y te dejan desencantado. Nos dice que merece la pena fiarnos de Él, que hay una lógica que sobrepasa la lógica humana y que apunta a lo alto: a lo divino.
El tiempo de Cuaresma ¿en qué consiste? En descubrir esa propuesta ilusionante de un Dios que no nos roba nuestros deseos más íntimos, lo que quiere es purificarlos. ¿Cómo? Escucha a Dios, aliméntate con su espíritu y, con una mirada limpia, contempla lleno de alegría su rostro. ¿Te vale?
La vida de cara a Dios podríamos resumirla en un “juego de miradas” donde se cruzan los deseos más íntimos del hombre, con la apertura de Dios, que nos sale al encuentro para mostrarse tal cual es. No es lo que yo pienso, la lógica en la que me apoyo. No es usar mis esquemas, dándole vueltas a todo, para tratar de entender algo. No es un logro mío, que soy muy listo o muy bueno. Es algo mucho más profundo: Dios que va por delante, sin hacer distinciones, tiende la mano a pobres y ricos, inteligentes y menos dotados, buenos y malos… Quiere acercarse a cada uno para darnos todo lo suyo. Y lo hace de una manera incondicional y generosa. ¡Qué grande y bueno eres, Señor!
El tiempo de Cuaresma no es hacer cosas muy buenas y difíciles, para ofrecérselas a Dios, es contemplar su rostro. Así resuena en el salmo que hemos leído: “Señor, no me escondas tu rostro”. Muchos santos, sintieron arder su corazón y se lo pidieron a Dios: Señor, que afine la mirada, que abra mi corazón, que arrodille mi mente, echando fuera mis criterios. Regálame, Señor, unas “gafas de visión sobrenatural” para no ir a tientas, para no perder detalle. Que tu luz me haga ver la Luz.
Dios no es un enemigo de las ilusiones y deseos del hombre. Pero dejémosle modelar nuestro corazón, para que no se empequeñezca con egoísmos vanos, y se llene de anhelos grandes, altos, nobles. Quizá a partir del Miércoles de Ceniza nos hemos hecho propósitos, pero ¿dónde apuntan? ¿a un cambio interior verdadero? El apóstol San Pablo nos recuerda algo que no tiene vuelta de hoja: si rechazamos la Cruz, viviendo a nuestro aire, sin seguir los pasos del Señor, fracasaremos siempre.
La transfiguración del Señor, ese manifestarse en gloria ante sus íntimos antes de la Pasión, era, a fin de cuentas, un aperitivo de cielo. El esplendor de la gloria de Dios es algo que no solemos ver en la tierra, pero Dios siembra esa semilla en nuestra alma para que fructifique. ¿Y qué tenemos que hacer para que eso ocurra, para que la Luz de Dios brille ya, aquí ahora, en nuestra vida? Fiarnos. Mirar al Señor cara a cara, sostenerle la mirada, no torcer el gesto cuando llegan las dificultades. Porque, tarde o temprano tendremos que avanzar a contrapelo, con ganas o sin ellas. Batallando.
1. Luchando contra la mentira. Apostemos con fuerza a favor de la verdad. Hay en el ambiente una tendencia clara a pintar la realidad conforme a nuestros intereses. ¿Que las cosas no son como a mí me gustarían? No pasa nada, las recompongo según mi criterio y como soy un buen comercial, las voy vendiendo a los que se cruzan en mi camino. ¿Mentiras grandes o pequeñas? ¡Qué más dará! Los demás hacen lo mismo: oscuridad y confusión. ¡No! Busca, acoge y defiende la verdad. Es Dios.
2. Luchando contra el miedo. La sociedad tiende a mostrarnos una realidad oscura que nos asusta. Problemas como si fueran inexorables, murallas inmensas delante de nosotros que impiden avanzar. Luego nos intenta convencer de que solo cabe ser sumisos a sus imposiciones. ¿Y qué nos vende? soluciones que prescinden de Dios y nos quitan la esperanza verdadera. Tan solo Tú, Señor, sales al paso de nuestros bloqueos y debilidades. Solo Tú, Señor, nos das la fuerza para superarlas.
3. Luchando contra la tristeza. Miramos alrededor y cuesta trabajo ver caras alegres. Parece que hubiera una especie de mal humor latente por un lado y por otro. Caras llenas de insatisfación, frustradas, como si anhelaran lo que tienen otros y no disfrutaran de lo que tienen ellos. ¿Por qué estar tan mustios si no nos falta de nada? Porque buscamos una felicidad de juguete, cuando solo Dios nos da una felicidad plena y verdadera. María salva a tus hijos y dales el gozo de servir a Dios.