DOMINGO IV T. CUARESMA A. 2023. CIEGO DE NACIMIENTO

En ese recorrido que la Iglesia nos propone en este Tiempo de Cuaresma, hoy se nos invita a la alegría. Cabe aliviar ese tono penitencial, austero, de reflexión interior, para ver en él también esa alegría y paz interior, yendo en el camino del Señor, luminoso y lleno de gozo. Digamos sin miedo y muy contentos: quiero ir viviendo y paladeando esa salvación que el Hijo de Dios ha traído a la tierra. 

El primer domingo de Cuaresma nos hablaba del pecado, el gran enemigo del hombre, que nos mete en un mundo oscuro de engaños, y hace que busquemos el bien donde no lo hay. El segundo domingo nos ponía ante la luz de Jesús que nos descubría su divinidad, mostrándonos que nuestra meta es el cielo: gozar de Dios. El tercer domingo nos presentaba esa fuente de agua viva, el Corazón de Dios, lo único que sacia nuestra sed. Jesús como el Camino y la esperanza más cierta. Este cuarto domingo nos habla de cegueras y de Jesús como la verdad: es posible confiar en Dios, con la virtud de la fe. El próximo domingo con la resurrección de Lázaro, Jesús nuestro Salvador, es nuestra vida: tenemos una vocación de eternidad que vivimos amando, dándonos en plenitud. 

Es el itinerario para llenarnos de esa luminosidad que desecha las tinieblas, esa fortaleza que nos hace capaces para afrontar las dificultades de la vida, para que la gracia de Dios derrote las propias limitaciones, errores, pecados. Dios que camina a nuestro lado y no nos deja. Cuaresma.

También hoy la lectura del Evangelio es larga. El apóstol San Juan, que es detallista y profundo, nos va mostrando los detalles de cómo actúa el Hijo Amado de Dios, nuestro Jesús. Quiere hacernos ver que la Verdad cuenta en el mundo, que la luz tiene más poder que las tinieblas, que merece la pena apostar por una realidad que no queremos falsear para modelarla a nuestro gusto.

1. Nuestras cegueras. Decimos con toda razón: no hay más ciego que el que no quiere ver, ni más sordo que el que no quiere oír. ¿Vemos con claridad? Depende de hacia dónde dirigimos nuestra mirada y cómo contemplamos lo que tenemos delante. Porque hacemos con frecuencia una lectura falsa de la realidad. Para muchos lo que no les gusta no existe y ya está. No queremos reconocer que somos como somos y hacemos lo que hacemos, porque eso no cumple nuestras expectativas. Claras las ideas pero oscuros los hechos. Cuánta doble vida, cuantas incoherencias: decimos una cosa y hacemos la contraria. Ojalá llamáramos a las cosas por su nombre, reconociendo nuestras carencias, porque el Señor nos ayudaría a sacar lo mejor de dentro superando nuestras deficiencias.

2. ¿Existe el sentido común? Vemos en el Evangelio de hoy la negación de lo evidente porque no se ajusta a nuestros deseos. La verdad objetiva a veces resulta molesta y la negamos, con lo que se nos endurece el corazón porque queremos tapar los propios errores. Se duda de que exista la verdad, porque solo cuentan mis intereses. Y las ideologías triunfan vendiéndonos un producto averiado, sin ningún pudor en mentir. Nos arrastra lo que hay en el ambiente y somos capaces de tragarnos mentiras de libro. ¿Que está de moda esta idea? Pues allá que te voy. Decía el beato Carlos Acutis que todos nacemos originales pero una gran mayoría acaban siendo fotocopias. Hoy antes que nada deberíamos pedir al Señor tener sentido común, porque es camino de fe. De creer a Dios.

3. Un itinerario de fe. Cuántas idas y venidas para justificarnos y acabar haciendo lo que nos da la gana. Mi gusto y capricho, sin más, es pan para hoy y hambre para mañana. Creer en uno mismo puede resultar interesante en algunos ambientes, pero nos acaba haciendo diosecillos del tres al cuarto, con los pies de barro, que acabarán tirados por tierra. El que verdaderamente me da la luz para ver la realidad y encontrarle su sentido es el Señor. Solo el Señor. Lo demás son sombras que me ocultan lo que da vida a mi vida. La gran ceguera es hacerse un mundo a medida donde solo cabe uno mismo.

Y con eso ¿ya nos basta? Cuánta oscuridad en nuestro interior, cuánta frustración. La alegría auténtica, la que merece la pena, se adquiere con esa fe en Dios que me llena de confianza.

Hoy, aunque no se celebra litúrgicamente la fiesta de San José, podemos mirarlo a los ojos. ¿Y qué veremos? Un hombre íntegro que sabe estar donde tiene que estar y hace lo que tiene que hacer. Y Dios le premia con los tesoros más grandes que pueda haber en la tierra: Jesús y María.

Santa Misa. IV Domingo de Cuaresma. Ciclo A