MISA DEL GALLO 2022
Toda la creación estaba expectante, a la espera. Hubo un silencio profundo, como para contener la respiración y en esa noche revestida de luz, la eternidad se mete en el tiempo, el cielo se derrama y la tierra abre sus brazos. Hoy nos ha nacido un Niño, más hermoso que el sol bello. Un Niño que sonríe porque trae la alegría, la paz que serena el alma y le da vigor. Un Niño que, desde la cátedra del portal, sin decir nada, es maestro del Amor verdadero. Es curioso, cuando el mundo se ve crecido y se apoya en una dinámica de dominio y de poder, Dios nos cambia el paso porque se ha querido hacer dependiente. ¿Qué puede haber más frágil que un bebé recién nacido? Es tan pequeño, es en apariencia tan débil que sorprende: depende de alguien que lo cuide, y esté cuidando de Él, lo necesita todo de ti y de mí. Él que lo llena todo, que es el omnipotente, ha querido someterse a todo lo humano para llenarlo de su presencia, de su luz, de su fuerza. Dios que se da, que es la pura cercanía.
A veces, ante situaciones difíciles, ante momentos duros, lanzamos la pregunta a lo alto: ¿Dónde está Dios? ¿Pero de verdad existe Dios? Hoy responden los ángeles que le cantan a un Niño que apenas balbucea. Dan gloria a Dios, todo un Dios que se hace accesible, que se brinda a todos: no es “elitista”. Conecta especialmente con los que son débiles como Él. Así se presenta ante el mundo, no quiere avasallar, no quiere imponerse, está allí en toda su humildad, buscando nuestro apoyo y sonriendo como nadie lo había hecho hasta ese momento, y va tendiendo sus manecitas para que podamos tomarlo en brazos y disfrutar con Él. No ha hecho alarde de su categoría de Dios, se ha despojado de su rango y quiere pasar por uno de tantos. Aunque a los ojos del mundo el bien, la belleza, la verdad, la unidad parecen no tener sentido, un Niño nos dice que sí: Dios quiere abrirse camino en el mundo.
1. Se detiene el tiempo para que nos acostumbremos a gozar de lo eterno. Tenemos prisa para todo, da la impresión de que nos falta tiempo, de que llegamos tarde a todo, porque queremos abarcarlo todo. Y ¿qué nos ocurre? Que esos miles de cosas nos acaban agobiando, con la impresión de que no llegamos a nada: nos imaginamos como los solucionadores de lo que pasa por nuestra mente y nuestro corazón, y nos acabamos dando cuenta de que solucionamos poco o nada. El Niño Dios nos habla de eternidad, trae el cielo a la tierra y nos llena de esperanza: quiere llevarnos con Él al cielo.
2. Dios viene para darse en plenitud a cada uno de nosotros. Ante un mundo arrogante que parece que se ha dado el ser a sí mismo, donde lo que cuenta es el individualismo, lo que a mí me parece y lo que me apetece o deseo… Ante ese yo que nos hace replegarnos en nosotros mismos, el Tú de Dios es la plena apertura, la donación absoluta. Es la grandeza que se vuelve pequeñez. Todo un escándalo para el hombre que parece bastarse a sí mismo, pero así es Dios. Viene a nosotros con toda la humildad de un Niño, que llora y ríe, que nos mira para que podamos acogerlo y amarlo.
3. El Niño Dios nos pide que le hagamos un hueco en nuestra vida. Quizá podamos pensar que dejar que ese Dios sencillo, humilde en su pequeñez, entre en nuestra vida, es un favor que nosotros le hacemos a Dios. Pero no nos engañemos, es al revés: es Él quien viene a transformar nuestra vida para bien, si tenemos la valentía, de hacerle hueco en nosotros. ¿Le vamos a recibir como merece? No viene a complicarnos la vida, viene a transformarla, a darle sentido, a recordarnos que es posible amar y ser amado, que existe el bien, la belleza, la verdad y es posible vivirla si le abrimos nuestro corazón.
Noche Santa, Noche llena de luz. Es posible la alegría. Es posible la esperanza. Dios con nosotros es la auténtica garantía de que lo imposible se puede hacer posible. No soy yo el que me construyo a mí mismo. Es Él quien me ha creado y viene a rescatarme del sueño de la mediocridad, de mis pobrezas interiores, de mis heridas. Viene a decirme que vivir de Él, con Él y para Él merece la pena.
Miramos a María y a José, que están embobados mirando al Niño Dios y nos dicen que abrir los ojos a Dios y contemplar al Niño es como hacer un máster de entrega, de cariño, de amor verdadero.