SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ 2022
Dios cumple sus promesas, no dice hoy una cosa y mañana la contraria. Es fiel a su palabra que siempre se cumple. Pero, sin que nos necesite, quiere contar con nosotros, quiere que seamos instrumentos, muy buenos instrumentos en sus manos, para que llevemos su mensaje de salvación allí donde estemos. Por eso a cada uno de nosotros nos da un encargo, nos llama a dejar su huella, su impronta en el mundo, y no nos fuerza, nos deja ser nosotros con nuestra forma de funcionar, con nuestra personalidad, llamados por Él a una vocación única… Pero nos quiere suyos. Soy de Dios y es Dios el que, modelándome según su voluntad, hará maravillas en mí y a través de mí. Así hizo con José. Y ahora con nosotros. Hoy, solemnidad de San José nos dice: ¿Quieres? ¿Te apuntas?
San José es, después de María, la criatura más excelsa con la que Dios ha contado para hacerse presente y obrar en el mundo. Es el hombre fiel, el hombre justo, el que dice sí aunque no comprenda, el que no pone ninguna pega, el que, teniendo proyectos de amor, buenos se mire por donde se mire, los pone ante Dios para decir: “lo que Tú quieras, no te pondré ningún pero, estoy dispuesto a seguir el camino que Tú me marques, porque confío en Ti y en tus promesas”.
1. José es el hombre del silencio y la eficacia. En el Evangelio, José, esposo de María, padre de Jesús en lo humano, no dice una palabra. No le hace falta. Su elocuencia es su voluntad entregada. Bendito José, te fías de Dios y por eso el Padre confía en ti y te mueve a obrar, a ir de aquí para allá, a solucionar dificultades, a tomar resoluciones, llenándote de esa eficacia humana que se apoya solo en esa eficacia sobrenatural de la obediencia. No confía en sus fuerzas, pero pone sus fuerzas a disposición de Dios para que pueda obrar. No se reserva nada, lo da todo. Ama a María, pero sabe filtrar ese amor en el Corazón del Padre que le va enseñando a encauzar ese amor a metas más altas. Sabe poner en marcha todo lo humano, pero sabe que, al fin y al cabo, lo que cuenta es lo divino. Desde el silencio y la eficacia es Custodio de Jesús y de María, sus tesoros.
2. José es el hombre del trabajo entregado a Dios. De San José aprendemos a trabajar con Jesús. Jesús fue el aprendiz de José, porque en su taller, con su trabajo cotidiano, lo fue introduciendo en el trabajo manual, en el trabajo bien hecho, con detalles de amor. Nosotros, mirando a José, aprendemos de Jesús, médico, maestro, amigo. A Jesús le vamos mostrando lo que hacemos, estamos con Él que nos va mirando y nos dice con su mirada: bien, muy bien, o a veces nos corrige, esto mejor así, no te descuides en esto otro, aquí puedes poner este matiz, ¿lo ves? ¿A que queda mucho mejor? Nuestro trabajo se convierte en divino al hacerlo en la presencia de Dios, que no nos fiscaliza, trabajamos juntos y Él nos ayuda a meter en él el alma. Y lo eleva, le da la trascendencia de lo eterno, porque el bien no se pierde, perdura. Dios tiene memoria de ello.
3. José es el hombre del encogimiento de hombros y de la alegría. Así le gustaba decir a San Josemaría. No encogía los hombros porque no tuviera interés por nada o le diera igual todo, sino por su completa disponibilidad al Padre, para darle siempre su sí. Hay situaciones en nuestra vida, problemas, dificultades, que pueden frenarnos porque nos parece que aquello es imposible. En nuestro caso, tantas limitaciones, miserias, pecados… Pero, apoyándonos en San José, el Santo Patriarca, nuestro padre y señor, confiaremos en Dios, y lo imposible se hará fácil, porque el Señor sabrá obrar en nosotros y a través de nosotros. San José interioriza todo y lo convierte en intimidad con el Buen Dios. ¡Cuántas veces tendría a Jesús dormido en sus brazos, haciendo de su sueño contemplación! Él, que supo siempre soñar los sueños de Dios. Esa fue la base de su alegría.
José eres tan sencillo, tan humilde, tan sereno, ante las dificultades, remanso de paz para que María Santísima, a la que amabas con pureza virginal, se sintiera segura. Eres el que sabe guardarse para Dios en cuerpo y alma.
Cuando hay tanta sensualidad e impureza en el ambiente, él enseña a tener una mirada limpia. José, que cumple su cometido, y luego se va como de puntillas, bien acompañado de Jesús y de María. Eres también patrono de la buena muerte. Cuida la Iglesia.