VIGILIA PASCUAL 2023
Después de la oscuridad, la luz. Las mujeres tienen prisa por ir pronto al sepulcro. Quieren terminar ese último servicio a su Señor, a su Maestro, ungiendo su cuerpo. Salen, aún de noche, para llegar de amanecida. Pero la Luz se ha anticipado al sol. Y todo brilla con una claridad que nunca antes se ha visto en la tierra. La muerte ha sido vencida, las tinieblas derrotadas. Todo lo que estaba herido, o muerto, ahora esta atravesado de vida, de una Vida con mayúscula. La Vida se va abriendo paso. Conforme avanza, la mentira no tiene donde refugiarse, ya no se sostiene. La Verdad se va haciendo fuerte. Todo lo cerrado, queda abierto. Y el cielo echa lejos sus cerrojos para dar aliento a la eternidad. Con una voz que se propaga, alegre y llena de esperanza. El silencio ha sido arrollado por una bocanada de aire fresco: ¡Cristo ha resucitado! ¡Sí! ¡En verdad, ha resucitado!
Es la Vigilia de todas las vigilias, la Celebración de todas las celebraciones. De aquí surge todo. Todo adquiere ahora sentido. La confusión se vuelve armonía, la tristeza se convierte en gozo, la intranquilidad y el desasosiego se transforman en paz, en calma interior. Porque Jesucristo que es la vida, que parecía atrapado por la muerte, la ha vencido. ¡De Él siempre la victoria!
Nuestra Madre la Iglesia es la que nos guía como Maestra para que vayamos descubriendo la acción de Dios en los siglos. El fuego y la luz, la palabra que se hace historia de salvación. La fuente del agua viva que nos recuerda que Dios cumple sus promesas. ¡Oh noche luminosa!
Aquellas palabras del evangelista San Juan, cuando describe la salida de Judas de esa Cena de intimidad, y tiene ya metido en el cuerpo a Satanás, fueron como una espada clavada en nuestro corazón: “Era de noche”. Sí, fue la noche de la historia, la noche de un mundo apartado de Dios, la hora de las tinieblas. ¡Qué lejos está ahora esa oscuridad! Ahora alborea el primer día de la semana. Ese primer día en el que empezó la Creación, en estos momentos se ha transformado en Nueva Creación. Cristo resucitado, que hace nuevas todas las cosas, transforma el mundo. El silencio se apaga, y el cielo rebosa de cantos de alegría y de gloria. ¡Cristo ha resucitado! ¡Sí, ha resucitado!
1. El miedo de los soldados. Estaban vigilando la entrada del sepulcro y ven, sin ver, que todo se transforma en luz. Es un miedo a no haber cumplido su misión, a quedar mal ante sus superiores, un miedo a pagar con su vida su falta de pericia para llevar a cabo su cometido. Es el miedo de la justificación, que acabará en mentira porque es un miedo de disculpa, de buscar solamente lo suyo. También nosotros nos justificamos cuando no hacemos las cosas bien. Pero mirar a Cristo nos salva.
2. El miedo de las mujeres. ¡Qué distinto es! Es miedo expectante, lleno de incertidumbre, no sabían cómo podrían abrirse paso para cumplir su misión: la caridad delicada con el Maestro. Y al llegar, los ángeles salen a su encuentro y les aclaran las cosas que no acaban de entender: Cristo ha resucitado. Ahora ya, tendrán otra misión bien distinta: anunciar esa buena noticia a los apóstoles. Ellas, las primeras en vivir esa fe recia, renovada. El amor a Dios supera lo predecible y les da alas.
3. El miedo de la esperanza. Es el miedo que se va transformando, sobrecogidas porque, aun sin entender todavía lo ocurrido, transforma su corazón, llenándolo de una alegría íntima. Es ese gozo que no puede quedarse dentro del alma, porque, si no, estalla en el pecho: ha de compartirse. A veces, hemos de reconvertir nuestros miedos para meternos en las certezas de Dios. Creemos que había un punto y final, y resulta ser un punto y seguido. El Señor transforma la mirada y el corazón.
Hay que ver, Señor, cómo nos cambias el paso. Hay que ver, Señor, cómo diriges, no solo la historia del mundo, sino la propia historia. Y sabes abrir caminos nuevos de esperanza, de nuevas alegrías más profundas, menos nuestras y más tuyas. Es curioso cómo la propia celebración de la Vigilia nos va mostrando el camino. Ojalá que el fuego ardiente, que Dios pone en nuestro corazón, arda como fuego vivo y nos llene de luz para iluminar, como las velas que transformarán la Iglesia y el mundo porque están encendidas en el Cirio Pascual, que es Cristo. Hemos de conocer cómo somos historia que Dios va escribiendo en nuestros corazones: la historia de las misericordias de Dios. Y luego… María nos recordará que todo eso se convertirá en fuente de agua viva que da vida.