PENTECOSTÉS 2023

Hoy en el Evangelio volvemos a ver a los apóstoles llenos de miedo después de la resurrección. Alí están, sin saber qué hacer y con las puertas cerradas, por si acaso… ¿Y nosotros? En una situación bastante parecida. Estamos demasiado encerrados en nuestra manera de ver y comprenderlo todo, pero esa es una visión muy corta de miras. El Señor nos quiere sacar de ahí, de ese encierro para aprender a contemplar más profundamente la grandeza de Dios que, siendo todopoderoso, sabe acercarse a nuestras deficiencias y va por delante, llenándonos de su amor. Podemos decir: vamos encaminados, yo amo a Dios… Pero Él va por delante, nos “primerea” como le gusta decir al Papa. 

Hoy Pentecostés. Quizá pensamos que fue un suceso que puso en marcha a la Iglesia en los primeros momentos, pero que queda ya muy lejos. No es así. Hoy el Espíritu Santo quiere obrar en cada uno como entonces. Hay una sola condición: que lleno de fe te dejes arrebatar por Él. Quiere venir a ti para llenarte con su luz y su fuerza. Quiere darnos esa visión profunda que nos abre a la intimidad de Dios, para que sea nuestro motor. Hay mucha confusión en el mundo, mucha mentira, y belleza oscura. Él es quien nos va mostrando la verdad plena, la hermosura más conmovedora. 

Quizá algunas veces nos quejamos de que la Iglesia nos pone muchas cargas, que creemos en Dios pero un poco a nuestro aire, que no comprendemos la Escritura Santa por esto y por lo otro, que aquello no tiene lógica, que los sacramentos no terminamos de descubrirlos en su hondura. ¿No te parece que con ello estamos dándole vueltas a nuestro yo, y le quitamos protagonismo a Dios? 

¿Qué hemos dicho en la oración del principio de la Misa? Que el Espíritu Santo nos haga comprender más profundamente la realidad misteriosa de este sacrificio y se digne llevarnos al conocimiento pleno de toda la verdad revelada. Déjate iluminar. Porque hay un velo que nos oculta en sus detalles la acción de Dios en el alma y nos impide ver la realidad misteriosa de lo que supone, por ejemplo, la presencia de Dios en la Santa Misa, en su Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, que nos hace comprender con toda su hondura ese misterio de un Dios que es Amor y nos ama de un modo total, y contra corriente. Sí. Su amor no depende de lo que hagamos o merezcamos. No es un amor que esté obligado a darnos. Su amor es siempre desbordante, incluso cuando pecamos, porque nos quiere hijos de su misericordia, salvados y santificados.

Dios Espíritu Santo nos lleva por esos caminos de luz y de paz interior, nos enseña a dejarnos querer, aunque estemos tristes o avergonzados por nuestros pecados y nos enseña a ensanchar el corazón para amar. Espíritu Santo ven, llévame de tu mano para redescubrir mi fe, esperanza y amor. Cuando viene, el Espíritu Santo nos descubre cuál ha de ser nuestra disposición y los frutos que da.

1. Unidad a través de la oración. Los apóstoles esperan al Espíritu Santo con María y rezando. La oración nos da la seguridad de no estar solos. El apoyo mutuo hace que la Iglesia crezca y se fortalezca. No somos fotocopias, somos una unidad en la diversidad: nacidos del corazón abierto de Jesús, llamados a esa lucha de amor en la tierra para, luego, gozar de Dios en el cielo. Somos muchos y distintos, pero todos formamos un solo Cuerpo, la Iglesia, Cristo Cabeza y nosotros sus miembros.

2. Lengua universal: la de los hijos de Dios. Con la Torre de Babel los hombres querían hacerse un nombre. Pero esa soberbia de buscar notoriedad les hizo hablar cada uno de lo suyo, sin entenderse. Ahora el Espíritu Santo nos regala un nuevo lenguaje que todos entienden: el del amor que regala comprensión, cariño y alegría. Porque anuncia la Buena Noticia de todo un Dios que se hace hombre por nosotros y se deja clavar en la Cruz, desplegando así su amor por cada uno. 

3. Acojamos la gracia derramada. El Espíritu Santo es como esa lluvia fina que quiere empapar la tierra y poner fuego en nuestros corazones.

Él nos ofrece sus dones para que se conviertan en cada uno en un surtidor de agua viva que nos lleve hasta la vida eterna. Le pedimos que queme todo lo que nos bloquea la mente y embota nuestro corazón, para que seamos libres para amar. Él nos renueva por dentro, para quitar tópicos y lugares comunes, y hacernos vivir la fe con gozo interior.

¿Y María? nos facilitará el impulso del Espíritu Santo para transformarnos y llevarlo al mundo.

Lecturas y homilía. Pentecostés. Ciclo A