SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI 2023
Corpus Christi. Dios Eucaristía. Dios que se hace don y alimento para el camino. En el pasado mes de Mayo muchos niños, a Dios gracias, han recibido por primera vez al Señor en la Comunión. Es verdad que la sociedad de consumo quiere robarnos la grandeza de ese tesoro, pero, aún así, ojos llenos de brillo y corazones vibrantes han sabido entender el imponente amor con que Dios quiere transformar vidas. Desde ahora vamos a pedirle al Señor darnos cuenta de lo que supone recibirlo con el alma limpia y el corazón iluminado, para que el Amor de los amores cale en nosotros y nos llenemos de aquello que somos: hijos de Dios queridísimos. ¡Que sea consciente y agradecido!
Recuperemos la memoria, que tantas veces nos pesa y no para bien. Que te veamos con esa inocencia no pervertida aún, para hacernos niños sin malicia, amados por Dios. ¿Podemos negar esas preciosas experiencias vividas? Purifica, Señor nuestra memoria, llénala de luz para gozarte.
En la JMJ de Madrid del 2011, en la Vigilia de oración de aquel sábado en que más de un millón de personas se reunía en torno al Santo Padre para rezar…, de modo imprevisto, se desencadenó una gran tormenta. Parecía que la oscuridad y un viento que quería volarlo todo, iba a acabar con el acto. De hecho cayó por tierra una carpa eucarística, y los bomberos tuvieron que apuntalar alguna estructura del altar donde estaba el Papa. Pero Benedicto XVI supo aguantar con los jóvenes a que pasara el vendaval. Todos calados… Con su presencia. Hubo silencio, y la hermosísima Custodia de Toledo surgió esplendorosa, y todos quedamos en adoración, arrodillados ante Jesús sacramentado.
El poder del amor que sabe imponerse y desde esa contemplación pudimos comprender esas palabras: “Dios está aquí, adoremos a Cristo Redentor”. Ante toda esa multitud de personas quedó claro que Dios es más grande que toda adversidad, que Dios vence las dificultades, que sale al paso de todas esas desesperanzas que quieren instalarse en nuestra vida. Se encendió una luz brillante en la noche y muchos corazones quedaron iluminados. No era el momento del razonamiento. Incluso las palabras de un hombre de Dios, el Papa, dieron paso a la sabiduría de un Dios que sabe hablar desde esa paz interior a todos los corazones. Una fe arrodillada y humilde que lo envolvía todo.
Corpus Christi. Dios Eucaristía. Dios que se hace presencia. La fe en Dios supone confianza y la confianza se apoya en un amor al que no podemos renunciar. Puedo decir que creo y amo a un Dios que es mi apoyo, porque me dejo arrebatar por Él, un Dios que, con su misericordia, borra todo lo negativo que hay en mí, todas mis caídas, mi pecado… Creo en su amor que no es circunstancial, porque llena mi vida, no solo en un aquí y ahora, sino que es fecundo hacia atrás y hacia adelante.
Hacia atrás porque purifica mi pasado, inundándolo de la misericordia de Dios que es Padre y tan cercano a mí que me llena hasta desbordarme con su presencia. Lo abandono a su misericordia.
Hacia adelante porque transforma mis miedos, mis incertidumbres y llena de luz un futuro que a veces veo como amenazador y que, con Él, acaba siendo luminoso. Lo abandono a su providencia.
En la Eucaristía, en la Santa Misa ¿qué ocurre? Que Dios se desborda. Hazme consciente de ello, Señor. ¡Es algo tan impresionante! Adoremos con ese cruce de miradas donde, si nos dejamos llenar de su amor, se produce el milagro de un Dios que viene a mí, mientras el alma se serena.
1. El milagro del amor encarnado. Dios no es lejano al hombre. Se hace cercanía: quiere ser uno de nosotros para descubrirnos su humanidad santísima y dejando que brille en ella su divinidad.
2. El milagro del amor entregado. Dios no es el que mueve los hilos para manipularnos como si fuéramos marionetas inertes. Se nos da de tal modo que, lleno de amor, se deja clavar en la Cruz.
3. El milagro del amor presencia. Dios no nos deja huérfanos, abandonados a nuestra suerte. Se queda para ser contemplado, con la humildad del pan, y nos atrae, como un imán, a su amor.
Dios mío, dame tu sabiduría para darme cuenta de las cosas. Hazme consciente de lo que haces por mí. Que la Misa para mí sea un encuentro deseado y lleno de luz ¡Cómo puede aburrirme! Que María me haga descubrirte como un regalo inmenso, y que me enseñe a mirarte a los ojos.