XXIV T. ORDINARIO B. 2024.

Imagínate que hacemos hoy una encuesta para ver la opinión sobre Jesús. Saldrían respuestas de lo más curiosas. Incluso por parte de personas con fe. Hay un desconocimiento tan grande de Dios… El Señor se escapa de los clichés, de esas encuestas sociológicas que pretenden imponer el pensamiento único, cortarnos a todos por el mismo patrón. Dios se sonríe porque nos quiere libres y defiende nuestra libertad. No le importan mayorías o minorías, quiere a cada persona en particular y quiere su felicidad plena. Es un enamorado que nos ronda para decirnos de mil maneras que desea salvarnos de todas esas lacras que marcan nuestra vida, de todas nuestras precariedades y, sobre todo, de nuestro pecado.

Hoy, apoyados en una frase de San Agustín, tendríamos que alzar nuestra mirada a Dios para pedirle: “Que me conozca, Señor y te conozca”. Miremos a nuestro interior ¿Sé de verdad quién soy yo? ¿Capto en su hondura todo lo que Dios es? Dios es mi bien y mi todo, no me quita nada y me lo da todo. Y yo no soy lo que creo valer: soy lo que el Señor me ha regalado muriendo por mí en la Cruz: soy hijo de Dios en Cristo. Le pedimos desde ahora que abra nuestra mente y nuestro corazón para percibir con claridad que no somos el centro del universo. El centro de todo lo que existe eres Tú, nuestro Dios y Señor. Tú que nos ha mostrado tu intimidad, que eres familia: Padre amoroso y tierno, Dios y hombre verdadero: referente de nuestra humanidad. El que nos muestra el camino de la vida y nos da como herencia al Espíritu Santo, luz y fuerza para llegar a la meta del cielo. ¿Te conocemos de verdad…?

También nosotros, como Pedro, podemos ser unos “teóricos del amor”. Sabemos sobre Dios, pero eso quizá debería cambiar nuestra vida y nuestra existencia está, tantas veces, pegada a lo terreno. Suavizamos las exigencias de nuestra fe, adaptándola a nuestros esquemas humanos y la convertimos en papel mojado, en una fe “de libro”. Nos asusta sacar las consecuencias que se derivan de ella. Una fe que se encarna de verdad escuece. No puede ser una fe light. Hay cosas que no son para admirarlas, sino para vivirlas. Y eso con todas las paradojas de la vida cristiana: “para vivir hay que morir”, “quien quiera salvar su vida, la perderá…” ¡Qué bien lo entendió Santa Teresa de Jesús: “vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero, que muero porque no muero”! Fuera esas medias tintas, el nadar y guardar la ropa.

Pídele al Señor ese realismo sobrenatural de ver las cosas como Él las ve, sin tener miedo a lo que nos cuesta. El Señor nos dará impulso para hacer frente a todas las dificultades. Y eso pasa por la Cruz.

1. ¿Una vida cómoda o una entrega enamorada? No estamos aquí en la tierra para instalarnos en una vida cómoda, el querer del Señor pasa por vivirla como una entrega enamorada y sin cálculos. ¿Qué hacer? despojarnos de nosotros mismos para que el enemigo no tenga donde agarrarse. Nuestro yo no puede convertirse en un reivindicador de cosas gratas que no molesten. Todo lo contrario, ha de poner a los pies del Señor todo ese peso muerto que nos impide caminar con libertad y volar alto.

2. ¿Dominarlo todo o estar sometido a Dios? Uno de los anhelos del hombre en tantos momentos de la historia ha sido estar por encima: el dominio, el poder. ¡Cuánto aferrarse al sillón a costa de lo que sea! ¡Cuántos afanes de poner el mundo a los pies del que está arriba! Pasa el tiempo y ¿qué queda de ello…? La historia nos lo demuestra: nada. Hay una tumba en la catedral de Toledo de un cardenal que nos habla de lo vano del mundo, y en la lápida no consta su nombre. Solo dice: “Polvo, ceniza y nada”.

3. Nada te turbe, nada te espante, sólo Dios basta. A veces nos complicamos demasiado la vida. Subimos, bajamos, moverse mucho, hacer, hacer… Pero ¿es eso lo que Dios nos pide? Hay una expresión cargada de verdad: “Si quieres que Dios se ría, cuéntale tus planes”. Es curioso cuando se va a África a hacer un voluntariado ¿qué puede verse? A niños alegres que apenas tienen nada, pero saben sonreír y están felices. ¿Quién puede comprar la felicidad…? María tiene la respuesta: “haced lo que Él os diga”.

No temas la cruz. Nos enseña el amor verdadero. Nos salva. Y nos dará el tono de una vida plena.

Santa Misa. XXIV Domingo del T.O. Ciclo B