Para preparar la Solemnidad de Pentecostés con el decenario del Espíritu Santo.
* DÍA OCTAVO
Una pregunta busca en nosotros respuesta: ¿Yo dejo obrar en mí al Espíritu Santo? Porque, darle vía libre a Dios en la propia vida, no siempre es fácil. ¿Qué respondes? Quizá decimos que somos almas libres, pero ¿la libertad del amor que Él me ha regalado? ¿O esa libertad pequeña y hecha a mi medida? Cuando dejamos obrar en nosotros al Espíritu Santo, va dejando su huella. Se producen entonces esos frutos maduros que nos hacen más sencillo, si cabe, el camino de la vida cotidiana, convirtiendo todo en ese combate de amor al que nos llama cada día al levantarnos. Déjate trabajar por el Señor, no te cierres a lo que te da y a lo que te pide. Ponte a su servicio, entrégate de verdad a Él, y estrecharás al mismo tiempo los lazos con los demás. Mírate por dentro y descubre si están en ti:
1. La caridad.
Nos enseña a tener un corazón grande, enamorado, muy abierto a todos, que nos lleva a querer más y mejor a Dios y al prójimo.
2. El gozo espiritual.
Es esa alegría interior que nace y nos hace conscientes del amor que Dios nos tiene. Nos lleva a sentirnos muy queridos por Él.
3. La paz.
Es esa tranquilidad de ánimo en el alma que nos da serenidad y aliento, por saberse protegido por Dios, que no nos abandona nunca.
4. La paciencia.
Nos quita la inquietud o la tristeza ante las dificultades que vemos en nuestro día a día, sembrando ese sosiego ante las cosas adversas.
5. La longanimidad.
Es la perseverancia que sabe afrontar lo que venga y aparta el aburrimiento o el desánimo ante los bienes que cuesta trabajo conseguir.
6. La bondad.
Es la apertura del alma a los demás con comprensión y cariño, para hacerles partícipes de los propios bienes que uno lleva dentro.