MISA DEL GALLO 2023
Estamos engañados. Creemos que las noticias están en los periódicos, en los telediarios, en las agencias de información y nos quedamos como alicaídos, compungidos, porque todo parece que es negativo: guerra por todos lados, violencia, odio, rencillas de todo tipo. Es como si una ola de amargura, de desaliento cubriera la tierra. Con tanto como vemos, podemos creer que estamos viviendo una de las etapas más oscuras de la historia, como si todo anunciara una decadencia sin precedentes, en la que todo parece derrumbarse. Desconcertados, perdidos y sin saber qué hacer.
Pero estamos engañados. Eso es un espejismo que el mundo nos quiere vender. Estamos en un tiempo que no es incierto porque no deja de ser éste un tiempo de Dios. Dios no abandona al hombre. Todo eso que vemos con tono sombrío, con ser verdad no es la Verdad, así con mayúscula. Acabamos de escuchar el Evangelio. Y ahí no se nos cuentan historietas que entretienen, se nos está proponiendo la gran Noticia, la Buena Noticia, la que anuncian los ángeles. Son ellos los grandes reporteros, los que han verificado la verdad de la buena, la auténtica. Y la proclaman cantando.
1. Dios se mete en la historia. Ya está bien de creer en un Dios a nuestra imagen y semejanza. Que no es así, que somos nosotros los que estamos creados a imagen y semejanza de Dios. Él no tiene nada que ver con nuestra lógica, con nuestras veleidades, con alguien al que queremos obligar a satisfacer nuestros deseos. No es un dios ausente que maneja los hilos desde arriba, no es un dios fiscalizador y frío. Es un Dios que se implica, es un Dios tan cercano que viene a nosotros como Niño que mueve a ternura, al que se puede abrazar y comérselo a besos. Es tan humilde que nace en una cueva de animales, en el anonimato de un mundo. Y es Señor de una historia que va a transformar.
2. La tierra se repliega, pero el cielo se abre. Sí, aunque el mundo es frío y oscuro, Él es la luz que transforma la noche en día, y la tierra en cielo. ¡Qué contraste tan profundo! Pero este hecho, que ocurrió hace más de 2000 años no es un acontecimiento que recordamos para tener algo a lo que agarrarnos, para hacernos la idea de que siempre hay tiempo para soñar. No es un sueño, es la realidad más clara y real de nuestra vida. Dios no se ha olvidado de nosotros. Sigue teniendo su plan sobre el hombre y la historia. Es el que dirige la Historia, con mayúscula y la historia personal de cada uno de nosotros. Cuenta con ello. Deja que se meta en ti y te transforme con su luz. Él puede.
3. Paz a los hombres de buena voluntad. Escucha a los ángeles. Transmiten la verdad de Dios, no lo olvidemos. ¿Y qué nos siguen diciendo a los hombres de hoy, a nosotros, tal y como se lo dijeron a los pastores? Eso: que la paz auténtica no es para los poderosos, no es para los pillos, no es para los que saben negociar para llevarse siempre el gato al agua. La paz que nos da la verdadera alegría, la paz que se apoya en una esperanza cierta que se va a hacer realidad, no es hacer mi voluntad, sino entrar en la voluntad de Dios. Hoy, más que nunca, hay que creerse lo que decimos en el Padre nuestro: “hágase tu voluntad”. La del Señor. No la nuestra. Dios ven a mí, y llévame a Ti.
¿Y esto es mera teoría? No. Esto tiene unas consecuencias prácticas de primer orden. Al empezar la misa, le decíamos al Señor algo muy claro, pidiéndole compasión, perdón para nosotros:
1. Hijo de Dios, que, nacido de María, te hiciste nuestro hermano:
Señor, ten piedad. Es nuestro hermano y hemos de vivir esa fraternidad con todos. No podemos tener enemigos, no podemos dejarnos llevar por el odio, por la violencia, por el rencor… Aprendamos a querernos.
2. Hijo del hombre, que conoces y comprendes nuestra debilidad:
Cristo, ten piedad. Sí, tenemos que reconocer nuestra debilidad. Reconozcamos nuestras pobrezas, que somos frágiles, que somos pecadores. Fuera esa vanidad y ese orgullo de creernos algo. ¡Dios nos puede perdonar!
3. Hijo primogénito del Padre, que haces de nosotros una sola familia:
Señor, ten piedad. Sí. No estamos aislados en medio de un mundo hostil. No somos huérfanos perdidos entre gente anónima. Formamos la gran familia de los hijos de Dios. Defendamos la familia. Muy bien unidos.
Mirando a María y a José, aprendemos a mirar al Niño. Es el verdadero sol que nace de lo alto.
¿Quién puede resistir la mirada, a la ternura de un Niño? La humildad de ese Niño nos arrebatará.