En esta pasada semana, siguiendo el itinerario de Año Jubilar de la esperanza, se ha celebrado el Jubileo de los seminaristas, los obispos y de los sacerdotes.
El Santo Padre León XIV ha querido estar con todos en estos encuentros. Y el marco incomparable: la Basílica de San Pedro que está resplandeciente en este tiempo jubilar. El Papa ha mostrado su cariño y su cercanía a todos: sabe que son los que están (o estarán en el caso de los seminaristas) más cercanos al Pueblo de Dios, para encaminarlos a Cristo llenándolos de esa esperanza y alegría que el Señor quiere hacer llegar a todos.
El día 24 de junio tuvo lugar el encuentro con los seminaristas para decirles que los centros de formación han de ser “escuelas de afectos”, para enseñar también la escucha del clamor de los pobres y oprimidos. En español los animó para no tener miedo a cultivar esa valentía en el ejercicio de su vocación y su cercanía a los más necesitados.
En el encuentro con los obispos les dijo que fueran pastores cercanos para formar con el ejemplo; testimoniando con su vida la humildad y la alegría evangélica. Les mostró la importancia de la dimensión afectiva para formar sacerdotes emocionalmente maduros: “el corazón del pastor no puede estar dividido ni endurecido; debe ser tierno, como el de Cristo”. “Sean obispos que forman sacerdotes para amar, no para mandar; para servir, no para exhibirse; para escuchar, no para juzgar.” A los sacerdotes les dio las gracias por su entrega, y les dijo que “El sacerdote que no irradia alegría no es un reflejo de Cristo”, ya que la felicidad del sacerdote no depende del éxito, sino de la amistad con Cristo. La vocación sacerdotal nace del encuentro con Jesús y se sostiene en intimidad con Él.
Les habló con franqueza y cariño sobre el cansancio, el desánimo y las heridas interiores, para no tener miedo a mostrar su humanidad.