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Primera Comunión

Con la recepción de la Comunión culmina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y configurados más profundamente con Cristo por la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con toda la comunidad en el sacrificio mismo del Señor.

«Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entregado, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura” (SC 47).

La Comunión es uno de los tres sacramentos de iniciación a la vida cristiana junto al bautismo y a la confirmación.

Este sacramento fue instituido por Jesús durante la última cena, quien en compañía de sus discípulos tomó el pan y el vino y dijo: “Yo soy el pan de la vida, si uno come de este pan vivirá para siempre, pues el pan que yo os daré es mi carne, para la vida del mundo” (Jn.6,32-34, 51). “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna”.(Jn 6,54)

Por lo general, este sacramento se realiza cuando aún se es niño, alrededor de los 10 u 11 años de edad, siendo necesario haber realizado los dos sacramentos previos, el bautismo y la confesión. Esta última también se realiza por primera vez poco tiempo antes de recibir la primera comunión.

Cuando se realiza este sacramento por primera vez, se celebra una misa solemne, una misa muy especial, que ha sido preparada en forma particular para los que van a recibir el cuerpo y sangre de Cristo por primera vez. Además, durante esta ceremonia se renuevan los votos bautismales.

Previamente hay que asistir a una catequesis, una preparación que ayude a tener los conocimientos y la apertura de corazón que son necesarios para recibir el Cuerpo de Cristo por primera vez.